Un acercamiento al discurso sobre violencia gineco-obstétrica en la obra de Zhou Wenjing

Resumen

Cuando comenzamos a ser humanidad fuimos adquiriendo conocimiento de los ciclos naturales, lo que nos llevó a formular diversas mitologías por un lado y ciencias por el otro. Desde el descubrir y discernir entre las plantas comestibles de las venenosas o el ingeniarnos cómo cuidar y reparar los cuerpos, el reconocer los signos que ofrece la naturaleza fue –es– vital para la sobrevivencia. La observación y un largo camino de acierto y error forjaron a mujeres y hombres de conocimiento que fungieron como brujas y chamanes, curanderas, sacerdotes y sacerdotisas que unían el poder de la naturaleza con las necesidades humanas. Dentro de esta sabiduría animista que con justeza podemos llamar global, el cuidado del embarazo y el trabajo del parto corría a manos de las mujeres, ya fuera las mismas parturientas o la mujer que, conociendo el proceso en carne propia, fungía como partera o comadrona. Las innumerables figuras paleolíticas labradas en piedra, hueso o barro de mujeres cuyo cuerpo muestra evidentes signos de haber sido madres, dan cuenta de una percepción sobre el proceso de dar vida que pudiera llamarse sagrado. Seguramente en ese experimentar a través de observación y práctica se perdieron muchas vidas, pero también permitió que la raza humana se propagara por el mundo.